EL SECUESTRO DE LOLA CASANOVA
Por: Ignacio Lagarda Lagarda, Cronista Municipal de Hermosillo
En una carta del coronel Cayetano Navarro, prefecto del distrito La Salvación , a José de Aguilar, gobernador de Sonora, le informa del rapto de Dolores «Lola» Casanova ocurrido el 23 de febrero de 1850.
Lola, de 16 años, una joven perteneciente a una estimable familia guaymense de elevada posición social, hija única del viudo español Diego Casanova, viajaba en un convoy de carros tirados por mulas que conducía mercancías y pasajeros del puerto de Guaymas a la ciudad de Hermosillo, resguardado por quince soldados para cuidar de su seguridad, dado que los caminos eran amenazados por el merodeo de los seris.
Lola viajaba a Hermosillo a pasar unas vacaciones en casa de su tío, un hermano de su padre que tenía hijas adolescentes como ella.
En el punto denominado puerto El Huérfano el convoy fue asaltado por unos seris encabezados por el jefe de la tribu llamado Coyote Iguana, y después de un reñido combate, éstos quedaron dueños del campo. Algunos de los pasajeros, lo mismo que algunos de los cocheros, fueron muertos. Los demás lograron huir.
En el asalto fueron hechas cautivas la joven Dolores Casanova, las señoras Zulema Rodríguez con su pequeña hija, Viviana Romandía con otra niña, el joven Agustín Arreguibar y la niña Elena Islas.
El día 1 de marzo de aquel año, salió de Guaymas con destino al territorio Seri bajo el mando del prefecto de distrito Cayetano Navarro, una fuerza de 107 hombres, con el objetivo de batir a los rebeldes y libertar, en su caso, a los cautivos, obteniéndose como resultado la muerte y prisión de 44 indios y se logró liberar a Zulema Rodríguez, Viviana Romandía, las hijas de ambas y el joven Arreguibar, que fueron entregados personalmente por Coyote-Iguana, cuando el día 12 se presentó espontáneamente a un piquete de tropa en el embarcadero de la isla del Tiburón.
Por lo que respecta a Lola Casanova y a la niña Elena Islas, el parte oficial circunstanciado de esa campaña, fechado en Guaymas el 24 de abril de 1850, en su parte relativa decía:
Por nuestra parte tenemos que lamentar la muerte de la joven Doña Dolores Casanova, a quien sacrificaron pocas horas después de la acción de Batamote a consecuencia de habérsele muerto al enemigo una mujer herida de bala en la misma acción; y que no haya libertándose la niña cautiva Elena Islas, que, según varias declaraciones de los mismos seris, fue llevada a Tepoca por una seri vieja y tuerta que la ha adoptado como suya.
El 2 de marzo, un grupo de ciudadanos hermosillenses le envían una carta al gobernador en la que se dicen que se encuentran indignados contra «la tribu salvaje de los seris por la última atrocidad cometida el pasado día 23 del próximo pasado».
Por decreto N.o126 del 6 del mismo mes, la legislatura local declara a los seris fuera de la ley, poniendo precio a su vida y se establecieron sucesivamente en Hermosillo y Guaymas las juntas de guerra, integradas por las personas más influyentes de la localidad, y cuya finalidad sería la de arbitrarse fondos necesarios para el mejor éxito de la campaña.
El 7 de julio siguiente, el periódico El Sonorense, publicación oficial que se editaba en Ures, la capital estatal, informa que:
de acuerdo con el informe del coronel Navarro, en los hechos ocurridos el 23 de febrero pasado, murieron 9 seris y 3 mujeres, se hicieron prisioneros 8 indios, 12 indias y 17 muchachas. Fueron liberados del cautiverio, Zulema Rodríguez, Viviana Romandía, dos hijas de ambas y el joven Augusto Arregui , habiendo sacrificado en el cautiverio a la señora Doña Dolores Casanova y quedando en él la niña Elena Islas.
Una semana después el mismo periódico corroboraba la nota en los siguientes términos: «Por nuestra parte tenemos que lamentar la muerte de la Joben (sic) Doña Dolores Casanova, a quien sacrificaron pocas horas después de la acción de Batamote».
El señor Casanova y su esposa murieron al año siguiente del secuestro. Al no lograr localizar a su hija perdieron el interés en seguir viviendo. El tío de Lolita se hizo cargo de los negocios del señor Casanova y gastó una fortuna tratando de rescatar a su sobrina.
Nunca más se volvió a saber de Lola Casanova y su vida se convirtió en leyenda.
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