Panteón que se transformó en Jardín
Escribe Juan Ramón GutierrezTodos los campos santos quedan en lo alto de una colina, pero este fue la excepción; su destino estaba marcado; con el tiempo pasaría a ser jardín y pulmón de una gran ciudad.
A principios del último tercio del siglo XVIII (1700), el viejo Real del Presidio del Pitic, se vislumbraba como una de las poblaciones en ciernes de mayor progreso.
Contaba con un considerable número de habitantes, aunque sus caseríos no llegaban por el lado norte, más allá de la popular calle Monterey de nuestros días.
El panteón era entonces lo más alejado, ubicado en el barrio de “La chicharra”, por donde hoy es la escuela Leona Vicario.
En esos lejanos años se abrieron las tierras de cultivo al oriente de la nueva población, siendo regadas por una serie de acequias que el Gobernador Intendente don Pedro Corbalán había mandado abrir. Una de esas acequias conocida como “El Alto”, pasaba por la parte norte del terreno en que andado el tiempo se convertiría en el jardín Juárez, tema que nos ocupa. Las aguas de la acequia del alto, regaba los jardincitos de las sepulturas formadas con la transformación de este lugar en panteón por el año de 1800.
Tenía este panteón su entrada principal por la calle que hoy lleva e nombre de Matamoros y en un arco de material tenia inscrito: “del polvo vienes, al polvo volverás”. Alrededor se le cercó con matorrales y nopaleras,. Así sirvió a la población hasta 1880, año en que se cerró debido a la peste que azotó a la región, conocida como el “cólera morbus”.
Al desaparecer el panteón, en los primeros años de siglo pasado, se levantó el nivel del piso y se convierto oficialmente en Jardín Benito Juárez; cercándosele, quedando desde entonces plantadas las enormes ceibas que lo distinguen, Pasado el tiempo se instalan en sus costados, fondas, refresquerías, una arena de box y un cine. Una de las tantas comunas municipales instaló un trenecito en miniatura que hacia las delicias de chicos y grandes con su recorrido fascinante alrededor del parque.
Y por fin, en la administración 1979 – 1982, a raíz de la transformación dada a este precioso sitio, en una acción histórica de la entonces alcaldesa Dra. Alicia Arellano Tapia, quedó convertido en uno de los parques más bonitos y distinguidos de mi tierra.
Por cierto, que en los días que se abrieron las zanjas para la cimentación de las jardineras, salieron a la luz decenas de huesos humanos, prueba tangible de la existencia del antiguo panteón del siglo XIX.
Desde su fundación como Jardín Juárez en 1900, ha sido sitio de reunión del pueblo sonorense. Y uno de los puntos vitales de nuestra capital como área verde y pulmón natural.
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